I AM
(A propósito de Listening Post, de Ben Rubin y Marck Hansen. Exposición Máquinas y almas, arte digital y nuevos medios, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. 27 de junio de 2008-13 de octubre de 2008).
“Me pregunto qué hay realmente de nuevo en toda esta factoría de ‘efectos especiales’. ¿Pensáis que el arte digital aporta nuevas ideas al mundo del arte o simplemente enmascara viejos conceptos con espectaculares tintes electrónicos”
Cayetano Lupeña. Newsgroups: es.humanidades.arte. 15-08-2003.
“Si, en cambio, aceptásemos (en la línea sugerida por Pierre Aubenque) que la cuestión planteada por Aristóteles es más bien la cuestión de ‘cómo significa el ser’...”
José Luis Pardo. La Metafísica. Preguntas sin respuesta y problemas sin solución.
“Si digo que la filosofía, influida por el último Wittgenstein, está motivada terapéuticamente, esto no significa, como ciertos filósofos han interpretado, que vayamos a curarnos de la filosofía, sino que la filosofía contemporánea ha de comprender su continuidad con el antiguo deseo de la filosofía de dirigir el alma, encerrada y distorsionada por la confusión y la oscuridad, hacia la libertad del día.
Stanley Cavell. Ciudades de palabras. Cartas pedagógicas sobre un registro de la vida moral.
EL EXPLORADOR Y EL FANTASMA EN LA MÁQUINA
En la jardín de los senderos que se bifurcan, a las puertas del museo, el explorador, algo confuso, ha tomado algunas notas, anticipadamente, para intentar encontrar un suelo firme, compacto, desde dónde poder comenzar a pensar algo, es decir, a intentar pensar algo de algo, con fundamento, desde la más absoluta perplejidad (que vendrá luego, dentro del museo, ante las obras expuestas) y la más ignorante inocencia. Las notas sirven para hacerse una idea de dónde comienzan los intentos, y deben ser entendidas como simples notas, apuntes personales, o meros esbozos, sin mayor compensación que la de servir de guía, sin mayor utilidad que ayudar a atravesar la puerta, aún entornada, de la casa del arte.
No hay primeras impresiones –apunta el explorador en su cuaderno-; tan sólo cierta predisposición para las primeras impresiones. Creer que dentro de un organismo hay algo, ¿una forma de hablar engañosa, impropia, inexacta? ¿Se disuelve el problema, únicamente, desde una perspectiva de cambio de soporte? Historias de magia y brujería: de un mundo bidimensional a un mundo tridimensional; y, posteriormente: del mundo de los transistores al mundo de los microprocesadores. Velocidad de procesado en un mundo infinito de espejos psicológicos; la tecnología digital como herramienta. El descubrimiento es el horizonte de lo desconocido. Abres la puerta imaginaria, el límite secreto, y empiezas a pensar en el misterio.
“I am. I am. I am 28. I am 34. I am from Portland. I am from Tokyo. I’m happy today. I am from the US and I am naked. I am bi”.
Si hasta llegar a Listening Post, la instalación de Ben Rubin, artista neoyorquino, y Mark Hansen, profesor de Estadística en la UCLA University y experto en redes de sensores medioambientales, hemos perdido algo (los viejos objetos metafísicos, el “espíritu objetivo”, la vieja “morada del lenguaje”), o se ha transformado algo (el habla, la escritura, en la época de los códigos digitales, las tipografías tecnológicas, y las transcripciones genéticas), es algo de lo que aún dudamos, porque el objeto que tenemos ante nosotros va a contarnos una historia, su propia historia. Y a partir de ésta, que es también nuestra historia, nosotros contaremos otra historia.
Hace falta partir de una premisa: “Como forma de verdad –escribió Heidegger-, la tecnología está fundada en la historia de la metafísica”. Pero, una vez asumido esto, debemos liberarnos de cadenas. Listening Post explora la creación de sistemas que visualicen los procesos y dinámicas subyacentes de la sociedad Red, revelando las arquitecturas de información que, a través de la omnipresencia del código informático en todos los niveles de la sociedad, mantienen literalmente al mundo en funcionamiento. Doscientas treinta y una pantallas de vacío, procedentes de una única fuente directa, permiten ver y escuchar la conversación universal de miles de salas de chat de internet en ese preciso momento. El panel de pantallas, conectado a un ordenador que recoge todos los mensajes publicados durante la media hora anterior en varios miles de chats de habla inglesa de internet, ordena posteriormente estos datos en bruto conforme a las reglas de uno de los siete programas que Hansen ha desarrollado, y, más tarde, muestra los resultados en las pantallas. Es el catálogo de la exposición y, en concreto, un artículo de Nancy Durrant para The Times, el que explica a la perfección todo el proceso. “Visitar Listening Post es una experiencia desconcertante –escribe Nancy Durrant-. La obra está alojada en una sala oscura, bañada por el frío resplandor verde que emana del texto que fluye por las pantallas de un lado a otro y de arriba abajo”. Y este texto repite, en ocasiones: “I am. I am. I am 28. I am 34. I am from Portland. I am from Tokyo. I’m happy today. I am from the US and I am naked. I am bi”, o la posibilidad infinita de una de sus múltiples variantes.
Así, el juego de la conversación te mantiene constantemente imantado. Los mensajes se unen unos a otros en razón de semejanzas o similitudes previamente programadas, ya sean palabras o grupos de palabras. Y el resultado final es la sinfonía visual de la conversación del mundo que se expresa universalmente a través de las pantallas. La “voz” digital, la versión sonora de la conversación en marcha, puede estar emitiendo una declaración de amor, un juicio sobre un criterio, o una sentencia de muerte. Porque todo el mundo, en la Red, en el universo entero, en ese preciso instante, está conversando. Y se está produciendo, por tanto (como a veces sucede en una obra de arte), una confesión, una ficción, o un develamiento. Por eso no es de extrañar que el “I am” sea el movimiento de unión entre mensajes que ejerce la mayor influencia. Hansen descubrió que “I am” (o “I’m”) era, con mucho –explica Nancy Durrant-, el comienzo más común de los posts. Extrajo todos los posts que comenzaban por “I am” de ese día, los ordenó por longitud y se los envió por correo electrónico –más de sesenta páginas- a Rubin. “El texto resultante –exclamó Rubin- era un poema increíble”.
Si una palabra es una acción, Listening Post nos muestra el universo en marcha. Si el significado de una palabra es su uso en el lenguaje, Listening Post nos fuerza a seguir investigando la razón de esta experiencia. El mundo dice “Yo soy”, “Tengo un problema”, “Soy tu amigo”, “Necesito verte”, “Soy feliz contigo”, “Soy desgraciado”, “Yo soy”, y así hasta el infinito, desde una nueva morada del ser que se ha transformado en un episodio más, quizás, en la historia incipiente del “hombre operable”. El explorador está convencido de que este tipo de obras serán apreciadas en su justa medida cuando sean observadas por el hombre del futuro. Cuando la arqueología antropológica tenga en sus labios el nombre de la criatura, es decir, el signo iluminado de ese gesto, entonces, los mensajes se unirán alrededor de la nueva pregunta. Y la conversación, el poema, el infinito “Yo soy”, que aún hoy se expresa, confiesa, y se pregunta, demandará respuestas.
EL EXPLORADOR Y LOS ELECTRODUENDES
Hay posibles preguntas y posibles respuestas. Montxo Algora, Comisario de la Exposición, cita a Wassily Kandinsky, en De lo espiritual en el arte, para justificar y contextualizar las obras expuestas: “Cualquier creación artística –escribió Kandinsky- es hija de su tiempo y madre de nuestros sentimientos. Igualmente, cada periodo cultural produce un arte que le es propio y que no puede repetirse”. Listening Post no es la única obra de arte de la Exposición Máquinas y almas, arte digital y nuevos medios. El explorador también se ha visto inmerso en “viejos conceptos enmascarados bajo espectaculares tintes electrónicos”. Pero esto, como escribió Kandinsky, es producto de este tiempo; aunque también pudiera ser que el explorador estuviera equivocado. La relación con los nuevos objetos del arte no resulta sencilla. Y la distancia existente entre la mezcla de los pigmentos (obtenidos a partir del aceite de linaza y nuez) que permitió la nueva técnica de veladuras en la pintura al óleo, sustituyendo a la vieja técnica de la témpera, y el camino recorrido hasta llegar a la diversidad de objetos (información) que supone el arte digital y los nuevos medios, resulta francamente inabarcable: es la constatación del abismo. Haría falta dejar de explorar (y de jugar) y convertirse en “técnico” para alcanzar una medida exacta de todas las posibilidades. No obstante, al acercarse a estos objetos, parece pertinente el cambio de perspectiva enunciado al principio de estas consideraciones. “Cómo significa el ser” (o el objeto) a diferencia de “Qué es el ser” (o la nada) puede ayudarnos en esta difícil tarea. De esta manera, quizás pudiéramos responder correctamente a la pregunta formulada, en su día, por Cayetano Lupeña. Aunque también corremos el peligro, mucho me temo, de vernos atacados por la vieja enfermedad metafísica. Hay posibles preguntas y posibles respuestas. Aunque algo parece evidente: que el hombre hace a la máquina y que la máquina, a su vez, hace al hombre. Ésta es una anotación que el explorador tenía también en su cuaderno al inicio de la aventura. Y no es una anotación cualquiera; no es una anotación insignificante. Como se debe acabar el juego (al menos, por el momento), el explorador añade un concepto apenas esbozado hasta ahora: “materia informada”. Y deja la puerta abierta con una larga cita de Peter Sloterdijk (extraída de su conferencia El hombre operable. Notas sobre el estado ético de la tecnología génica) que arroja luz y tinieblas (como siempre que se juega) sobre el estado de las cosas. “Una de las motivaciones –escribe Sloterdijk- más profundas detrás de la así llamada errancia de la humanidad histórica, puede ser descubierta en el hecho de que los agentes de la era metafísica evidentemente se aproximaron a los entes con una falsa descripción. Dividen a los entes en subjetivos y objetivos, y colocan el alma, el yo y lo humano en un lado, y la cosa, el mecanismo y lo inhumano, en el otro. La aplicación práctica de esta distinción se llama dominación. En el curso del iluminismo tecnológico –que toma forma de facto por intermedio de la ingeniería mecánica y la prostética- se verifica que esta clasificación es insostenible porque atribuye al sujeto y al alma, tal como señala Gotthard Günter, multitud de propiedades y capacidades que, de hecho, pertenecen al otro lado. Al mismo tiempo, niega a las cosas y materiales muchas propiedades que, como se advierte tras un examen atento, de hecho poseen. Corrigiendo de ambos lados estos errores tradicionales, surge una visión radicalmente nueva de los objetos culturales y naturales. Se comienza a entender que la ‘materia informada’, o el mecanismo superior, pueden funcionar parasubjetivamente, y cómo es esto posible. Estos desempeños pueden incluir la aparición de inteligencia planificadora, capacidad dialógica, espontaneidad y libertad”.
“I am. I am. I am 28. I am 34. I am from Portland. I am from Tokyo. I’m happy today. I am from the US and I am naked. I am bi”.
El descubrimiento –apuntó el explorador en su cuaderno- es el horizonte de lo desconocido.
Abres la puerta imaginaria, el límite secreto, y empiezas a pensar en el misterio.
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